(Espectro solar de alta resolución, de 4000 a 7000 angstroms, cada línea cubre cerca de 60 angstroms. – Créditos: N.A.Sharp, NOAO/NSO/Kitt Peak FTS/AURA/NSF)
¿Alguna vez, al mirar un bello cielo estrellado, has imaginado de qué están hechas las estrellas? ¿Sería posible saber la composición de algo que está tan lejos?
¡Sí! Aunque sin irnos hasta allá e incluso sin poder recoger un “trocito” del Sol o de alguna estrella, somos capaces de saber de qué ellas están compuestas. Para ello, fueron necesarios años (y siglos) de desarrollo del conocimiento científico, además de la dedicación de muchos investigadores, comenzando en el siglo XVII.
En 1672, Isaac Newton demostró que la luz del Sol se descompone en diversos colores al pasar a través de un prisma, formándose un arcoiris. Pero sólo en 1814, más de un siglo después, Joseph von Fraunhofer observó líneas oscuras en el espectro continuo del Sol. Hoy sabemos que esas líneas son producidas por la presencia de distintos átomos y moléculas en la atmósfera solar.
Cada elemento químico genera un conjunto de líneas característico y único, en posiciones específicas del espectro, como si fuera su huella digital. Al identificar las líneas en los espectros estelares, así como en el Sol, sabemos cuáles elementos químicos están presentes y definir de esa forma su composición.
Así, se creía que el Sol estaba compuesto por los mismos elementos químicos que componen la Tierra y en la misma proporción. Sin embargo, en 1925, Cecilia Payne demostró que, a pesar de que el Sol y las estrellas tengan los mismos elementos que encontramos en nuestro planeta, su composición es diferente, pues esos elementos tienen distintas abundancias.
En su tesis doctoral, Payne concluyó que las estrellas estaban compuestas por hidrógeno y helio como sus elementos más abundantes, revolucionando la Astrofísica Estelar de la época. La tesis de Cecilia Payne – titulada Atmósferas Estelares -, ¡es considerada una de las más brillantes tesis jamás escritas en Astronomía!